miércoles, 15 de diciembre de 2010


Cada noche sueño, sueño con el. 
Desde hace muchas noches se me aparece y me saluda con la mano desde la lejana orilla, como si esperara pacientemente mi llegada. No pronuncia palabra alguna, pero su sonrisa lo dice todo. 
"¿Cómo estás? Te he echado de menos. Sí, todo va bien. No te preocupes."
[...]
El agua se extiende más allá de la orilla, borrando su contorno hasta que no queda nada. Pero lo veo. Se que está ahí. Y cuando me despierto, el sol de la mañana tiñe de blanco mi habitación. La luz es tan brillante que me lastima los ojos. Sin embargo, no me atrevo a cerrarlos. No lo haré. Al contrario, intento adaptarlos al amanecer, y dejo que las lágrimas caigan por su propio peso, porque ya ha amanecido; ha amanecido y me queda mucho por ver.

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