sábado, 27 de noviembre de 2010

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Cuando somos felices no nos damos cuenta, eso también es injusto. Deberiamos vivir la felicidad intensamente y tendríamos que poderla guardar para que en los momentos en que nos haga falta pudieramos coger un poco, del mismo modo que guardamos cereales en la despensa, recambios de papel higiénico, cuando compramos un boli de repuesto o como las abejas con su miel.

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